lunes, enero 28, 2008

Cuentos de Julio: Los Pantalones Mágicos

Tras la publicación de "Los Cuatro Juguetes", nuevamente volvemos para dar a conocer otro de los "9 Cuentos de Julio" que, sin duda, nos seguirá aportando valores que afortunadamente no mueren.

Un día de invierno, estaba un joven leñador trabajando en el bosque.
Comenzó a nevar, un viento frío sacudía a los árboles y el pobre leñador tiritaba entre sus ropas escasas y rotas. Y furiosamente cortaba leña y más leña.
Levantó el hacha para derribar un arbolito, pero antes de descargar el golpe oyó una vocecita fina y delicada que gritaba: ”¿que vas a hacer, leñador?”. El buen hombre, boquiabierto, miró a su alrededor, sin ver a nadie . Volvió a sonar la misma voz, diciendo:”¿No me ves? Aquí estoy “. Y allí de entre las hojas del pie del arbusto, salió un enanito empujando una nuez.

“¿Tienes frío?”, preguntó el enanito.
“¡Mucho!”, dijo el leñador dando diente con diente.
“¡Tienes unos pantalones tan malos! ¡Y tan poca ropa!”, exclamó el enano, mirando al leñador de arriba abajo.
¡Son ya tan viejos!, respondió el leñador, guardando las manos en los bolsillos llenos de remiendos.
“Me los dejó mi abuelo, hace mucho tiempo y no he podido ganar nunca bastante para comprar otros”
“Todo eso lo sé,-dijo el enanito- hace mucho tiempo que sé que eres un hombre bueno y laborioso, sé que trabajas cuanto puedes por ganar el pan de tus hijos. Yo quiero ayudarte y te voy a regalar unos pantalones“.

El leñador hubo de taparse la boca para no reir. ¿Cómo iban a estarle bien los pantalones del enanito? Pero aguantando la risa, cogió unos minúsculos pantalones de cuero que el enano le alargaba e intentó ponérselos. ¿Qué sucedió? Tan pronto como sus piernas tocaron los pantaloncitos éstos comenzaron a crecer , a crecer y no sólo le estuvieron bien, sino hasta elegantes. Con palabras emocionadas agradeció el leñador el regalo, cargó la leña al hombro y ya marchaba...
“¡Espera hombre!-gritó el enano- ¿Dónde vas?”
“Voy al pueblo a vender la leña y comprar pan para mi mujer y mis hijos” replicó el leñador
“Cuenta antes el dinero que tienes en el bolsillo del pantalón, recomendó el enano.
“Ya lo sé -dijo el leñador sin moverse-tengo seis perras”.
“Sácalas y cuéntalas.
Así lo hizo el leñador y su asombro fue grande al contar doce perras.
“¡Cuéntalas de nuevo!” ordenó el enano.
Lo volvió a hacer el buen hombre, y ahora ¡tenía 24 perras!
“¿Cómo puede ser esto?”, exclamó el asustado leñador.
El enanito, calándose el gorro hasta las orejas dijo: ”Ese es mi regalo. Cada vez que cuentes el dinero tendrás el doble de lo de antes. Pero no olvides que siempre has de llevar puestos los pantalones que yo te he dado. Si te lo quitas, tu dinero no aumentará”.
Y dándole un empujón a la nuez, desapareció entre las hojas.
Volvió el leñador a su casa, en el camino paró muchas veces, contó y volvió a contar el dinero, y éste aumentaba, duplicándose una y otra vez. Cargado con tanto dinero como podía llegó a su casa. ¡Qué alegría aquella noche! Comieron pan y jamón y dulces y cuantas cosas ricas pudieron encontrar. Compró a su mujer y sus hijos nuevas y abundante ropas y para él un abrigo de pieles ¡Qué feliz fue la familia del leñador!.
Pronto fue el leñador el hombre mas rico de la aldea. Siempre bueno para los pobres y necesitados, en ninguna casa padecieron hambre, para todos estaba abierta la puerta del rico leñador.
Pasaron unos años y el leñador, que contaba su dinero diariamente, era más y más rico. Y los pantalones de cuero no se los quitaba más que para dormir.
Cuando iba a la capital, la gente se reía de los viejos pantalones de cuero que llevaba y los señalaban con el dedo. Un día avergonzado con las burlas y olvidándose de todo, se compró unos magníficos pantalones de terciopelo verde y se los puso, guardando los de cuero en un baúl. ¡Qué orgulloso se paseaba por la ciudad con sus pantalones nuevos!

Cuando aquella noche el leñador contó su dinero no aumentó. Lo volvió a contar y nada, el dinero no se doblaba. Desesperado corrió al baúl para ponerse los pantalones mágicos, pero el baúl estaba vacío. Solo había en el fondo una nuez hueca .
El leñador, como había sido siempre bueno con los pobres, no perdió su dinero y vivió feliz y contento, sin olvidar nunca al enanito del bosque que tan bueno había sido con él.

Julio Castro Torres. "9 Cuentos de Julio".
Prisión de Burgos.
Navidad 1940

Lorenzo Abalat. 4ºESO-B-Diversificación.

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