domingo, diciembre 16, 2007

Consumismo evitable: seamos un poco freegans


Con el permiso de El País, reproducimos, comentado y recortado, un reportaje que se publicó hace dos semanas, el día dos de este mes de diciembre.
Se acerca la Navidad. Fechas en las que consumimos y tiramos sin parar. Compramos y compramos miles de alimentos y regalos que acabarán, parcial o totalmente, tarde o temprano, en los contenedores de basura.
Pero nosotros somos los consumidores finales. Él último eslabón de nuestra peculiar cadena alimenticia, que comienza muchas veces con productores que apenas aprovechan el enorme beneficio final que puede transformar unas patatas en un automóvil de lujo. Patatas que acaban muchas veces en la basura. Y muchas veces intactas. Si nosotros desperdiciamos, tiramos, imaginad las grandes superficies, que llegan a desechar toneladas de alimentos perfectamente consumibles simplemente por sobrepasar su capacidad de almacenamiento. Alimentos que nadie aprovecha, porque se da el caso de que algunos hipermercados (no sabemos cuántos, pero por ejemplo Alcampo) trituran sus excedentes para que nadie pueda hacer uso comercial o privado de ellos.
Mientras, millones de personas pasan hambre.
Nuestros hijos no saben qué hacer con la superabundancia de juguetes que se les viene encima. Da cargo de conciencia ver los contenedores la mañana del día de Reyes, da cargo de conciencia ver que los niños están tan saturados de todo que ya no dan valor a nada y son los primeros en desecharlo todo.
Por eso es tan importante el movimiento freegan. Son personas que luchan contra este consumismo exacerbado del que somos autores y víctimas con los medios que tienen a su alcance, como simples consumidores: negándose a comprar, aun pudiendo hacerlo; aprovechando aquello que tiramos alegremente y se encuentra en perfecto uso, supongo que renunciando a muchas frivolidades.
Antes de pasar a reproducir párrafos de tan interesante reportaje, hagamos la siguiente reflexión: hacer consumo de lo estrictamente necesario nos beneficia a todos, y eso no significa privarse de lo que nos hace la vida más agradable, de lo que nos gusta. Más bien es lo contrario: si solo compramos aquellas cosas que vamos a usar y de las que vamos a disfrutar nos sobrará (si la hipoteca lo permite) para seguir invirtiendo en ello. Y no desperdiciar recursos en productos inútiles. Pasamos al reportaje:

El club de los comedores de basura
No les empuja ni el hambre ni la pobreza. Revolver cada semana entre las basuras responde simplemente a la llamada de sus conciencias. Hastiados de observar cómo la sociedad occidental deja morir en sus calles toneladas de comida en perfecto estado, un puñado de ciudadanos repartidos por el mundo y autodenominados freegan tratan de retrasar el colapso ecológico al que afirman que está abocado el planeta evitando pagar por consumir y recuperando parte de la comida salvable que se tira a diario. Que no es poca. En la puerta de supermercados neoyorquinos como D’Agostino, en el barrio de Midtown, se hacinan cada noche decenas de bolsas de supuestos residuos. Pero si uno mira dentro, como hacen dos veces por semana profesores de instituto como Janet Kalish o expertos en comunicación como Madeleine Nelson, es posible encontrar todo tipo de frutas y verduras en perfecto estado, yogures, zumos de fruta, pasta, arroz, huevos, carne, pescado ahumado…(...)
“Lo que más abunda es pan. Cada noche se tiran miles de barras. La verdura suele venir empaquetada y limpia. La fruta a veces está golpeada, pero en general tiene buen aspecto. Se encuentran muchísimos yogures y la mayoría sin caducar. La pasta o el arroz a veces simplemente tienen el paquete roto, y eso ya los convierte en basura”(...)
Los freegan saben cuidarse, no buscan bocadillos mordisqueados, sino setas italianas, pero en lugar de pagar precios astronómicos por ellas, las recogen de la basura. Quizá lleven un día caducadas. Quizá caduquen dos días después. La diferencia, dicen, es imperceptible. Los comercios ponen esas fechas mucho antes de lo necesario. Pero ¿por qué acaban en la basura? Por la sobreabundancia. “Muchos supermercados simplemente tiran productos cuando les llegan otros más frescos por falta de espacio”(...)
Según un estudio de la Universidad de Arizona, el 40% de los alimentos que se producen en Estados Unidos acaba en la basura sin pasar por ningún estómago; lo que significa que las familias tiran cada año al estercolero 40.000 millones de dólares. Un escándalo si se tiene en cuenta que hay 852 millones de personas malnutridas en el mundo, según la FAO, y que dentro de una ciudad como Nueva York, casi dos millones de personas viven por debajo del índice de pobreza, según el censo nacional.
“La primera vez encontré 130 bagels [rosquillas de pan judío típicas de Nueva York] perfectamente limpios y empaquetados. Me juré a mí misma que nunca volvería a pagar por ellos”, cuenta Wendy Scher, de 26 años, quien ha convertido el freeganismo en una forma de vida. Se viste con ropa usada, su medio de transporte es una bicicleta reciclada, se está planteando ocupar una casa, pues hay muchos apartamentos vacíos en la ciudad, y en la medida de lo posible, tampoco consume cultura de masas.(...)

2 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Cada vez que se acercan las navidades se hace un gasto excesivo,y deberíamos de ahorrar más,y comprar solo la comida necesaria, y no derrochar. Lo de el mercadillo es una buena idea, porque así se reduce el gasto excesivo.

12/17/2007 11:44 a. m.

 
Blogger Ana Echarri dijo...

Os dejo la web oficial del movimiento freegans (versión en castellano).

12/28/2007 10:06 p. m.

 

Publicar un comentario

<< Home