domingo, junio 10, 2007

Alcestis XIII: La duda


ADMETO
Hablaremos, pero descansa antes. Has debido echar de menos las comodidades de nuestra casa.

ALCESTIS
Cierto es, pero eso pasó pronto. No son los blandos cojines y los lechos mullidos lo que en el Hades se añora. No son en modo alguno las cosas materiales.

ADMETO
Sin duda. Pero tendréis necesidad de alimento y bebida.

HERACLES
Nos sentaremos a tu mesa. Ahora bastará una crátera con agua. El calor aprieta.

FERES
Yo iré a dar la buena noticia a mi esposa, para que participe también de nuestra alegría. (mutis. Pausa incómoda)

ADMETO
Por fin puedo decir que nos ha acompañado la fortuna, por fin mi querida mujer ha regresado a mi casa. ordeno a los ciudadanos que preparen los coros adecuados para celebrar estos momentos tan felices, que os altares humeen con la carne de las víctimas, que abandonen los lutos y se vistan de fiesta. No puedo negar que soy feliz.

HERACLES
No, Admeto, no puedes negarlo. Puedes ordenar ya que dispongan el banquete en el palacio. Como si de un banquete nupcial se tratara. Pues no hay duda de que hoy tomas otra vez esposa, y además esposa es amada y conocida. Llama a tus hijos ya, que compartan tu gozo. Todos somos partícipes. Cantaremos, bailaremos en la celebración de la nueva boda. ¡Oh, himeneo!
(El sirviente entra en el palacio y cuando acaba el coro sale con los dos niños de la mano)

SEMICORO 1
A las viejas mujeres
que aun lanzan por costumbre
los rituales trenos,
decid que callen,
que cambien su registro.
¡Oh, himeneo!

SEMICORO 2
Pero extraño la luz.
Aún tengo los cabellos
y los vestidos húmedos.
Aún nublan mi mente
las aguas del Leteo.
Acompañadme adentro
donde el sol no me hiera.

SEMICORO 1

Acompañadla adentro.
Dejad fuera el rocío,
las rosas entreabiertas.
Acudid donde espera
El esposo impaciente.
¡Oh, himeneo!

SEMICORO 2
Aún la tierra me cubre
de limos y nostalgias.
Acompañadme dentro.
No deseo guirnaldas,
no puedo ver la sangre
de las palomas blancas...

SEMICORO 1
Coronas de violetas,
cintas de terciopelo
del color de sus ojos...
En lugar de las lágrimas
resbalarán los pétalos,
la luz en sus mejillas.
¡Oh, himeneo!

ADMETO
Alcestis, te devuelvo a los hijos, que confiaste a mi cuidado.

ALCESTIS
Con gusto los recibo. Son lo único que he echado de menos.

ADMETO
¿A mí no? ¿No has extrañado a tu esposo? Mil veces he querido morir de tu misma muerte.

ALCESTIS
Bien sabes que te he amado. Pero una persona que baja a los infiernos, que atraviesa la Estigia y vive entre las sombras... no vuelve a ser la misma. Una persona que prueba el alimento de los muertos, de sabor a ceniza, jamás se recupera. Allí sigue Perséfone y es diosa, la hija de una diosa. No vivimos aquí arriba solo de los frutos de la tierra, del agua de los manantiales. La luz del sol nos da vida, la noche nos renueva, el calor de la piel ajena nos hace florecer cada día. Pone brillo el color del cielo a la mirada; el aire, frío o tibio, nos suaviza las manos. El agua de la lluvia nos mantiene, la hierba bajo los pies consuela en los caminos... Mira ahora mi rostro y mis cabellos (por primera vez se descubre. Está aterradoramente pálida. Parece haber encanecido y tiene profundas ojeras). No resisto la luz, el aire me hace daño. Sé que a eso volveré a habituarme. Pero a otras cosas no. No se perciben igual las intenciones, los sentimientos, los afectos. Yo vivía aquí arriba cegada por el amor que por ti sentía. Era una espesa cortina que me impedía ver el mundo a mi alrededor. Las mujeres vivimos tan limitadas que apenas llegamos a conocer más que a unas cuantas personas, las cuatro paredes del gineceo y el ágora y los templos de nuestra ciudad. Yo he amado todo eso. Todo lo he creído bueno, de todo he disfrutado, y no he dudado en dar la vida por el hombre con el que creía compartirla. No me arrepiento de haberlo hecho, si volviera atrás lo haría otra vez sin dudarlo. Pero ya no es posible volver atrás, Admeto, no es posible en ningún sentido. Mis afectos están tan muertos como el brillo de mi piel, y no voy a poder recuperarlos. Nada siento al contemplar de nuevo tu rostro, tu mirada nada me dice, no me estremece ni anima el tacto de tus manos.