domingo, abril 29, 2007

IX Premio "Guillermia Elías" 4

José Angel Garrido (Curso 1º Bach. B) Primer premio prosa. Categoría A

LOS OJOS VERDES

Una expresión demoníaca invadió su cara rebosante de sadismo mientras seguía apuñalando incesantemente, presa de un descontrolado frenesí, al hombre que había destruido su vida.

La sangre le salpicaba en la cara como una dulce lluvia carmesí, y todo su cuerpo se iba tiñendo lentamente de rojo.

Aunque hacía largo tiempo que su desdichada víctima había muerto bajo las interminables puñaladas, W. seguía destrozando demencialmente el cadáver. El odio y la sed de venganza habían borrado de él todo atisbo de cordura, y su rostro, de bellas facciones, era ahora la imagen de un demonio salpicado de rojo.

Pasaron cinco o seis minutos hasta que volvió en sí, pero el sufrimiento que había padecido durante diez años le seguía royendo el alma, o lo que quedaba de ella, de forma brutal. Se echó las manos teñidas de carmesí a la cabeza y comenzó a gimotear lastimeramente. Había culminado su venganza, era l que siempre había querido, su objetivo para seguir viviendo otro insoportable día más.

Y ahí estaba cubierto de sangre el cuerpo del hombre que le había arrebatado diez años de alegría, su esperanza, su ilusión, su vida. Le había quitado a su único y verdadero amor. Aquel hombre repugnante había susurrado al corazón de su amada palabras envenenadas que lo volvieron contra él, que la amaba desesperadamente, y acabó por abandonarlo y condenarlo a un abismo de dolor y tristeza del que aun no podía salir.

“¿Por qué?”, se preguntaba constantemente, “¿Por qué?”

No creía en ningún dios, ni en nada. No tenía ningún consuelo, nada. Pero lo necesitaba. Ahora la mujer de su vida, aquella que hacía que mereciese la pena vivir, había dejado que lo aplastara la soledad como un sudario helado. Y durante esos diez años, años que habían pesado sobre su alma como una roca, años fríos y de dolor interminable, su amor no había dado la más mínima señal de existencia. La había buscado por todos lados, pero nada. Había hecho todo cuanto estaba en sus manos por tener noticias de ella, mas había sido en vano.

W. seguía sintiendo aquella oscuridad que se había apoderado de él durante una década, aquella oscuridad que invadía su mente y lo había transformado en un fantasma, en un ser que ya no vivía, sino que se limitaba a existir. Ahora sólo albergaba una emoción: un mínimo resquicio de esperanza, casi locura, por volver a ver a su amada, tan sólo de verla, y estrecharla entre sus brazos por última vez. Todos sus demás sentimientos habían sido por la sed de venganza hacia el desgraciado que le había arrebatado, que le había despojado de su vida; y sus emociones habían sucumbido a la oscuridad de su interior. Ya no le importaba nada, lo único que quería era volverla a ver, y seguía vivo gracias a esa mínima ilusión que lo era todo para él. Sabía que era que había matado a aquel cerdo y que no tardaría mucho en aparecer, y él aguardaría pacientemente como una araña en su tela, hasta que cayera la mariposa en su red. Esperó a que se relajase la calle y se dirigió sigilosamente hasta su casa. Allí se lavó bien y quemó su ropa ensangrentada.

Al día siguiente hallaron el cadáver, pero en la escena del crimen no había ni rastro de un posible sospechoso. Todo había sido minuciosamente preparado por W., no había dejado ni una pista: era un crimen perfecto. Había dejado un cuchillo idéntico al que usó en la escena para que no buscaran el arma auténtica.

W. se enteró de que el entierro del cadáver sería una semana después. Ya estaba todo decidido y preparado para el gran día en que se despojaría de la oscuridad para siempre.

Acudió al entierro bien vestido, completamente de negro, con un sombrero que le ocultaba el rostro y le daba un aspecto de detective de los cincuenta. De repente el mundo pareció detenerse. No podía ser. Allí estaba ella, radiante, igual de bella que hacía diez años, enlutada y con na expresión triste que acentuaba aun más sus preciosos ojos verdes. W. se había quedado extasiado, contemplando a la que era el motivo de su vida, no se quedó quieto. Se acercó despacio hacia donde estaba ella y respiró hondo. “Ya está”, se dijo. Con ademán elegante tiró el sombrero y la besó. Ella, totalmente atónita, lo reconoció al instante. Entonces W. sacó el cuchillo de su bolsillo y se lo clavó en el corazón, su corazón frío y oscuro, obsesionado por aquellos ojos, que eran lo último que quería contemplar en vida. Y pr primera vez en diez años desapareció la oscuridad, y sonrió mientras desaparecían todas las cosas del mundo, excepto aquellos ojos verdes.

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5 Comentarios:

Blogger Juana G. Linares dijo...

José Ángel ya sabes que tienes muchas posibilidades de creación literaria, dedícale tiempo y lee, lee mucho, es la mejor manera de aprender. Felicidades por este premio.

4/30/2007 10:54 a. m.

 
Blogger Meli dijo...

¡Qué manera de escribir! Alucinadas estamos. Queremos una novela tuya, pero YA

4/30/2007 1:59 p. m.

 
Anonymous Anónimo dijo...

José Ángel, bien, muy bien. Es un placer ver que "EL AMOR" todavia consigue inspirar a los nuev@s escritor@s.

5/02/2007 9:13 a. m.

 
Anonymous Anónimo dijo...

Hola,enhorabuena por tu relato es muy bonito.Espero que no dejes de escribir porque tienes mucho talento.Muchas felicidades.

5/04/2007 5:03 p. m.

 
Anonymous Anónimo dijo...

Pepeee enhorabuena!! es una pasada como escribes esperamos que escribas muchas historias. Sigue así y no cambies.TE QUEREMOS PEPEE!! Besitos

5/14/2007 1:29 p. m.

 

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