martes, octubre 31, 2006

Alcestis III: la muerte se aproxima


CORIFEO (hombre)

Este es el día. Las nubes desde el alba lo presagian. Mira. El verano ha terminado de repente. Las hojas secas orillan los caminos. Y resbala despacio una tristeza fría de las montañas.
Las esclavas preparan las ropas de luto sin pronunciar palabra.

CORIFEO (mujer)

Nunca tuvieron que bajar la mirada ante la reina. Y ahora sus ojos están clavados en el suelo. Un coro de plañideras espera en el umbral, las libaciones están dispuestas.
Tendremos que inventar palabras para cantar el dolor que se avecina.

(al tiempo que el coro hace estas consideraciones aparece Alcestis a un lado del escenario, se sienta en la embocadura completamente abatida y es ella quien hace el discurso. (Al terminarlo se retira)

ALCESTIS.- Ha llegado mi hora. Aquí me tienes, muerte, mi ama y señora, ya dispuesta. Por última vez he trenzado mis cabellos y he vestido mi mejor manto. Sola en una tierra que por vez primera me resulta sombría y extraña. Todos se apartan de mí, como si esta maldición que voluntaria he escogido pudiera contagiarse. Solo se acerca a mí mi esposo, que con sus continuos lamentos oscurece más mi pena, y mis queridos hijos, a los que ya debo apartar sin despedidas. Y es mejor así. No podría compartir este dolor y disimularlo al mismo tiempo.
Es a vosotros, dioses, y sobre todo a ti, divina Hera, a quien debo hacer mi última súplica. Protege a Admeto y a mis hijos. Que él encuentre pronto el consuelo. Que mis hijos vivan en su totalidad vidas dignas y felices. Sigue bendiciendo esta casa, aunque su reina sea otra. Guíala como a mí, pero concédele más fortuna.

CORIFEO (mujer)

Alcestis, señora mía, piensa en la gloria que en el futuro te aguarda. Piensa en que jamás serás olvidada y los poetas cantarán tus alabanzas en los siglos venideros.

ALCESTIS

La gloria no me importa. No doy mi vida por obtener fama alguna entre los hombres, y los dioses no me concederán favor alguno. Me esperan las sombras, como a cualquier mortal. Ojalá fuera la nada lo que hubiera al otro lado.
Pensaba que mi vida como mujer era afortunada. Amada por mi esposo, enamorada. Nada me ha faltado en esta casa. La vida de las mujeres es monótona y triste. Nada es nuestro, nuestros deseos no cuentan, estamos siempre a merced del padre, del hermano, del esposo, incluso de nuestros hijos varones. Pero la peor vida es la de aquella que no tiene un esposo rico, porque sus trabajos son incesantes y carecen de mérito ante todo. Yo al menos me sentía respetada, ya que el amor iluminaba mi vida. Pero llega el momento terrible de elegir entre dos vidas, de colocar la del hombre y la de la mujer en la balanza, y esta de inmediato se inclina, sin un instante de duda. No me tengáis por valiente, cuando mi destino está marcado de antemano.

CORIFEO (mujer)

Pero puedes elegir, si no deseas la muerte...

ALCESTIS

Puedo elegir, sí, permanecer viuda en una tierra extraña, vivir como aquella que sobrevivió a su esposo por no amarlo lo suficiente, vestir ropas de luto para siempre, soportar las miradas torcidas, los murmullos a la espalda. ¿No entiendes que es mi obligación morir?

CORIFEO (mujer)

Te conocemos, señora. No hay cálculo en tu decisión. Solo te mueve el afecto por tu esposo.

ALCESTIS

Si yo fuera una humilde mujer desconocida, si no fuera esto un dudoso favor de un dios “amigo”, si solo se tratara de dar un paso adelante, apartar a mi marido de un peligro aunque eso significara mi muerte segura... no dudaría, daría ese paso. Pero es diferente ahora. Me siento cogida en una trampa, me siento en un camino sin salida. Abandono a mis hijos, que tendrá que cuidar una mujer extraña. Porque, no lo dudes, el dolor de mi marido puede parecer intenso, pero será breve. Y a él nadie le censurará que tome pronto una nueva esposa, es más, le animarán a ello, compadeciéndolo por su pena de ahora. La mejor de las mujeres, comienzan a llamarme. Me da igual. En nada me consuela. Me suponen valor: tengo además que partir con el rostro sereno y la sonrisa forzada. Mucho piden a una mujer. A una criatura que se mueve solo por sus emociones, que no tiene la misma capacidad del hombre para decidir, que no tiene su misma valentía. De hecho, al valor se le llama “hombría”*.
Sí, amo a Admeto. Claro que daría mi vida por la suya. Pero no tengo elección. Tampoco tengo mérito.

CORO

Como un autómata se mueve por la tierra
Aquel a quien no han dado las llaves de su casa.
El que ha quedado fuera mira solo
El aire espeso
Escucha solo el aire denso
Forma ilusiones con las nubes
Tendido boca arriba en su desesperanza.
Gris como la tarde vuela el pájaro
Que dejará su agüero desgraciado sobre el mundo.

CORIFEO (mujer)

Se aproxima la hora azul de las nostalgias
Pero nadie volverá para borrar el rastro
Del llanto en las mejillas.
Imperceptible la monotonía de la canción fúnebre.
¿Dónde habita el dolor?
¿En qué momento cede?
La tiniebla se abate sobre los caminos.
Cae como el escudo que retumba.
No es discreta.
¿para qué?
Nada puede vencerla.
Nadie le negaría el hospedaje.

CORIFEO

Puedes exagerar tu turbación y desgarrar la sombra
Con las uñas despiertas.
Puedes desesperarte y correr por las lenguas de todos.



4 Comentarios:

Blogger Angela E. dijo...

Por Dios, Meli, salva a esta mujer y que mande al pusilánime de su marido al Hades directamente

11/02/2006 8:57 p. m.

 
Blogger Meli dijo...

por ahí van los tiros...

11/03/2006 1:15 p. m.

 
Anonymous Anónimo dijo...

La caleta esta triste , no tiene alegria , las olas no cantan su melodia , la gades se muere en vida de tristeza y soledad , quedo esperando lo que mas queria , unos labios de coral y el azul del cielo que en sus ojos y en su corazon resplandecia el guiri de la caleta , el guiri de la bahia . Dedicado a mi hijo christian fidalgo heras 13 . 12 . 2008 .

4/04/2015 7:56 p. m.

 
Anonymous Anónimo dijo...

Si el cielo es tan azul , por que el dolor es tan intenso , por que el sol no sonroja mis mejillas por que la vida tiene tantas heridas y la pasion pasa como la misma vida ... Juana maria heras sevillano .para mis companeros de azahar .

4/04/2015 9:01 p. m.

 

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