sábado, febrero 18, 2006

La Maratón de Sevilla



¡Ya está aquí otro año más la maratón!. El próximo domingo 26 de febrero se celebrará la XXII edición de esta popular carrera. Para muchos sevillanos supone una mañana de domingo con grandes conflictos de tráfico (¿cómo si no hubiese bastante con los días laborables?). Esa mañana las calles de nuestra ciudad se llenan de miles de corredores que llegan de toda España y algún que otro país extranjero. Para esos corredores, entre los que me encuentro, es su gran día de fiesta. Somos esos corredores aficionados que poblamos los parques, las márgenes del río y las calles a cualquier hora del día: desde la madrugada hasta altas horas de la noche. ¡Y no estamos locos!: nos gusta correr. No nos importa renunciar a parte de nuestro tiempo del descanso para entrenar. Y nos gusta mucho correr esta prueba, este desafío anual.
Yo no voy a hablar aquí de la histórica carrera desde la ciudad griega de Marathon en el 490 a.c. para anunciar la derrota de los persas de Darío I, ni de esa distancia de 42 km 195 m que se oficializan por primera vez en los JJ.OO. de Londres en 1908 para que la salida la pueda dar la reina desde la balconada del palacio de Windsor, ni de marcas, ni de grandes nombres de esta prueba. No, yo voy a hablar de sensaciones; o mejor, de mis sensaciones tras 14 años corriendo esta prueba, con una interrupción en el 99 debido a una lesión. Hablaré de las sensaciones, que aun siendo absolutamente personales, tengo claro que comparten otros corredores que -como yo- somos viejos "trotones del asfalto y del albero".
Desde aquel febrero de 1991 que corrí la prueba por vez primera son muchas las vivencias acumuladas. Momentos duros, como el de la edición de hace 2 (¿o tal vez 3?) años en que se desvanecía a unos metros de mí un corredor, casi llegando al final y se lo llevaron urgentemente hasta el servicio médico del estadio por el mismo carril que los corredores...Poco después me enteraba que había fallecido de un fallo cardíaco. (Desde estas líneas un sentido recuerdo para él). El esfuerzo es muy grande y hay que estar a punto, por ello es conveniente someterse a un chequeo médico previo que incluya un electrocardiograma.
Momentos duros también los que sufrimos todos los corredores que corrimos en la edición del año pasado. Fué, sin lugar a dudas, la más dura de todas las celebradas. La temperatura era bajísima y no paró de llover en todo el trayecto. La lluvia era helada y las gotas eran como pequeños alfileres que se clavaban en los músculos. Los calambres acudían constantemente, como llamando la atención de los corredores, los servicios médicos y las ambulancias no paraban..."Pero si ya sólo me quedan 18 km, ¡no merece la pena esperar al autobús escoba!", era lo que íbamos pensando. El agua había conseguido que los calcetines y las zapatillas se transformaran en plomo. ¡Qué difícil era levantar los piés! "¡Es muy importante bracear con más intensidad para evitar calambres en los brazos!", gritaban desde los puestos de socorro. Uno, oyéndolos de lejos, bajaba la cabeza, hincando la mirada en el asfalto para no ver la soledad en que se encontraba, con la ciudad totalmente desierta...Sólo los afanados gritos de ánimo de los voluntarios de los puestos de habituallamiento lograban sacarte de ese estado de penosa desesperación: "¡ya tengo que llegar como sea!", te decías a tí mismo. Ni que decir tiene que embocar el túnel de acceso al estadio no supuso la alegría de otras veces: sólo quería acabar de una vez. ¡Todo era un barrizal! No éramos capaces de hablar, de relatar las sensaciones: todo el mundo tiritaba inevitablemente. Muchos casos de hipotermia...Parece que este año, para evitar esa situación, van a colocar un túnel de aire caliente.
Pero esto fue una circunstancia excepcional. Lo normal es que la salida se tome con muchísimo optimismo, hablando con unos y con otros, mirando, en la avda. de Carlos III, a los que ya van en sentido contrario, entre los que estará el ganador y que ya no vas a volver a ver hasta el día siguiente en el periódico porque cuando tú llegues, el ya estará en su hotel. Cada uno va buscando el ritmo que ha trabajado en los entrenamientos y va buscando el grupito que mejor se adapte a él. Por el camino te vas encontrando de conocidos de otros años, de Murcia, Almería, Córdoba, Madrid, Badajoz...La conversación hace que vayas dejando los kilómetros atrás casi sin darte cuenta. Hasta que llega la fase crítica de cada uno, la barrera del km 30. Entonces los kilómetros se hacen enormemente largos, esperas ansioso esos dos kilometros que faltan todavía para beber algo de sales y reanimarte un poco, pero "¡todavía falta otro kilómetro, con lo largo que se me ha hecho este!". Entonces te "arrimas" a alguien que va como tú y tratáis de sobrellevar esa especie de elasticidad de la distancia de la manera mejor posible. La conversación es el mejor arma a utilizar. Ya cruzas de nuevo el río, por el puente del Cachorro, y enfilas hacia el Centro. "¡Esto se va acabando!". Todavía queda la calle Imagen y el infierno que suponen sus vetustos adoquines, que tan redondeados, te hacen polvo los tobillos (hay que buscar las aceras como sea). El último cruce del río, por la Barqueta, sintiendo la brisa, supone ver muy próximo el final. Entonces es normal ques surja la euforia e incluso aceleres el ritmo si has dosificado bien, de manera que cuando entras en la embocadura del estadio y éste se va abriendo a tus ojos y comienzas a pisar el tartán sientes la alegría de "los deberes bien hechos". Es tal el entusiasmo que casi no te percatas de la suavidad de las pisadas sobre la pista; después de traer los piés machacados tras los 42 km de golpes, es como si de repente los elevaras con suma facilidad, como si corrieras por una superficie elástica...Saludas a la familia, a los amigos que han ido a recibirte...Y, ¡por fin!, LA META.
Y en ella l@s voluntari@s para quitarte el chip, abrigarte y prestarte todo tipo de ayuda. Quiero, desde aquí, dar las gracias a tod@s l@s voluntari@s que, desinteresadamente, participan en esta prueba. Gracias por su gritos de ánimo y gracias por aguantar en su puesto, siempre con una sonrisa, a pesar de la climatología. El año pasado fueron los verdaderos héroes.
Tras todos estos años siempre me acordaré de aquella persona, corredor lesionado que no pudo participar aquel año, que en mis kilómetros críticos de mi primera maratón me acompañó -saliendo de entre el público- hasta que me encontró reanimado. Él mismo me confesó que se había colocado allí, por su propia experiencia, para ayudar a los que el creía que lo necesitaban. También recordaré siempre a aquella señora mayor, ya fallecida, que -con sus enormes sayas y su recogido moño- se sentaba en mitad de la Avda. Ramón y Cajal, justo en la zona de "las casas baratas", con un búcaro que ofrecía animosamente a los corredores y que, los que no teníamos prisa, aprovechábamos para beber, más que nada para agradecer el amable gesto de la señora.
Aunque el cambio de la salida y llegada al estadio olímpico ha solucionado grandes problemas de organización, también recordaré siempre la espectacular llegada a la Plaza de España, ese merecido premio tras una inacabable avda. de las Palmeras. Lo peor que tenía esa llegada era que la salida de los corredores había que hacerla a través de los puentecitos de la ría: ¡qué tortura subir y bajar aquellos escaloncitos!
Si yo tuviera que resumir en una sola palabra las sensaciones experimentadas, dentro de la dificultad que ello supondría, no recurriría a cansancio, ni sufrimiento, ni alegría, no, me quedaría con la de SOLIDARIDAD. Los voluntarios, los corredores, el público...¡Es lo que más se respira durante la carrera!

1 Comentarios:

Blogger Rosa Mª Baena dijo...

Me encanta tu tic_relato sobre todo en estos tiempos que corren desatados hacia el individualismo egoista y, sobre todo, cómodo.
También me gusta porque nos muestra una visión del deporte co(n)_razón.

2/21/2006 10:28 p. m.

 

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